El proceso importa

Hace ya un tiempo escribía un artículo que, básicamente, giraba en torno a por qué era del Tottenham. Intentar explicar algo así resulta complicado, así que más bien lo que busqué fue expresar cómo había empezado mi idilio con los Spurs, de dónde salía. Al fin y al cabo, no tiene mucho sentido, al menos a primera vista, que un chico gallego sea de un equipo que está a muchos kilómetros. No obstante, ahí radica lo bueno y lo bonito del fútbol y de los deportes en general: no tienen límites. Permite conectar a gente de distintas partes del mundo que comparten pasiones. ¿Qué sería Twitter sin comentar los partidos con otras personas que están viendo en su televisión o ordenador lo mismo que tú? Nada.

Volviendo a aquel artículo que escribí, recuerdo que hablaba de que tanto Tottenham como Madrid eran mis dos amores futbolísticos. El primero se relacionaba con esa parte mía, más personal, y el segundo con la parte de mí que es ganadora e histórica. Amores complementarios pero diferentes al mismo tiempo. En ese sentido, no he cambiado ni un ápice. Las cosas siguen igual. Quizás lo único que ha sido matizado es que el Tottenham, casi inmediatamente después de escribir aquello, siguió creciendo y llegó al pico influencia en mi estado de ánimo. Jamás podré olvidar el día en el que lloré cuando se confirmo que el Leicester iba a ser campeón de la Premier League.

Lo importante, en este caso, y en gran parte el motivo por el que estoy escribiendo esto, es Mauricio Pochettino. Sin él, el Tottenham no se habría puesto jamás en situaciones de poder ganar algo, lo cual en sí ya es un éxito aunque no exista trofeo que lo pruebe. Sin él, yo no habría llorado aquel día porque creía que, de verdad, la liga era posible, pese a que habitualmente sea la negatividad quien me domina. Sin él, tampoco estaría escribiendo esto a escasos días de que el Tottenham Hotspur Football Club juegue una final de la Champions League.

¿Suena fuerte, verdad? Y raro también. Pero el Tottenham Hotspur, ese mismo equipo que sufría para ganar a equipos azerís en la Europa League, tendrá el sábado la posibilidad de pasar a la historia definitivamente. En mi historia, jamás olvidaré esta temporada, pero, para que no se le olvide a nadie, la orejona tiene que volver a Londres y no a Liverpool.

Como podéis comprobar, esto no busca hacer ningún tipo de análisis táctico. Este texto es algo personal y algo que se me ocurrió escribir cuando conseguimos remontar contra el Ajax. No había encontrado tiempo para ponerme a ello, pero con la final tan cerca ahora parecía el momento idóneo para soltar unas cuantas palabras sobre lo que el Tottenham me hizo, hace y me hará sentir durante mucho tiempo.

Lo primero que quiero dejar claro es que yo no entiendo los deportes sin involucrarme emocionalmente. Necesito meterme en los partidos, en los debates, a la hora de apoyar a los jugadores y/o equipos. ¿Qué sentido tiene en caso contrario? ¿Para qué ves un deporte si no te importa desde un punto de vista emocional? Entiendo que hay personalidades distintas, pero yo, tal y como soy, no puedo abstraerme de algo que estoy viendo, incluso aunque no juegue mi equipo.

Por eso valoro tanto lo que ha logrado Pochettino. Hay equipos que transmiten más y otros que transmiten menos, pero los primeros son los que de verdad merecen la pena. Eso ha sido el Tottenham para mí todos estos años. Uno tiene ganas de ver el partido todas las semanas porque sabe que va a ver algo que le llena, y el hecho de llenar no implica jugar bien o mal. Es algo más abstracto, más intangible. Es eso de celebrar por dentro que el Tottenham juega hoy cuando uno se levanta y que de verdad el resultado, si bien importante, lo es menos cuando disfrutas de lo que ves.

Me he planteado un montón de veces escribir sobre Pochettino, en forma de macroartículo, para regalarle las palabras y líneas que merece. Nunca me he atrevido. Sin embargo, lo que siempre he tenido claro que incluiría en ese hipotético texto sería que el fútbol también va de disfrutar el proceso, de disfrutar del día a día, del semana a semana, del mes a mes. Esto no va solo de ganar o perder. En ese caso el fútbol no tendría sentido.

Bajo esa premisa, lo que pase el sábado no me importa, en el sentido de que el hecho de llegar hasta aquí, de que pueda ilusionarme porque quizás mi amado Tottenham pueda lograr el mayor logro de su historia y el mayor logro al que cualquier equipo puede aspirar, es suficiente. Jamás me lo habría imaginado.

Si perdemos, quizás llore. Si ganamos, quizás también aunque por diferentes motivos. Independientemente de eso, y esto lo llevo a la vida en general, hay que disfrutar el proceso, hay que disfrutar de los pequeños detalles. Si en la vida no hacemos eso, todo se resume en nacer y morir. Eso es muy simplista. Lo del medio también importa, y a veces más incluso que cualquier posible final.

No busco preparar el terreno por si perdemos el sábado. Ni mucho menos. Dicho de forma bruta: me va a doler en el alma si esto ocurre. Lo que busco con este artículo es enfatizar la importancia del proceso, que al final es lo que da sentido a que nos levantemos todos los días, y que, en caso de que la final no vaya como mi corazón quiere, tendré que pensar con perspectiva y decirme a mí mismo que al menos he disfrutado todos y cada uno de los pasos para llegar hasta aquí, desde el primer partido de fase de grupos hasta el gol de Lucas Moura en Amsterdam. En serio, Cristian: has llegado hasta aquí. Motivo suficiente para sentirse orgulloso pase lo que pase.

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